Hace algunos años fui invitado por un Pastor a predicar en una iglesia en Houston y mientras se entonaban las alabanzas le pregunté a Dios que es lo que estaba viendo y Él me dijo algo que impactó mi corazón: «yo les doy todo lo que me piden pero no me aman» y al instante pude sentir la tristeza de su corazón y quede quebrantado, las lagrimas brotaban de mis ojos y lloraba como un niño, a tal punto que el Pastor de esa iglesia se acercó y me dijo: «después voy a orar por usted».
Al salir al púlpito, les conté de mi experiencia y el Pastor pensó que me refería a su iglesia, pero lo que en realidad Dios me había revelado era la falta de amor de muchos de sus hijos y que sólo acudían a Él cuando tenían alguna necesidad; sin embargo Él nunca dejaba de amarlos porque nada los puede separar de su amor, por más que el amor de ellos sea un amor condicionado a algún interés o beneficio, el amor de Dios es sin reservas.
Dios nos hace saber a través de su palabra en Oseas 6:6 que Él no quiere sacrificios, quiere nuestro amor y que le conozcan.
Y ¿Cómo pueden conocerlo si no vienen a su casa que es la iglesia? Es en ese lugar donde se les enseña de su amor, de la gracia de nuestro Señor Jesucristo y de la comunión con su Santo Espíritu. Que tristeza para nuestro Padre Celestial que ha preparado todo un banquete y muchos regalos para sus hijos y que está ansioso esperándoles para que experimenten de su amor, pero ellos no llegan. ¡Que ingratitud y que poco amor muestran ellos!.
No por gusto el Espíritu Santo inspiro escribir: «Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.» (Hebreos 10:23-25).
Los amamos y bendecimos.
Pastores J. Gehez y Clia Encinas
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